
El suelo es un recurso natural esencial para la vida en la Tierra. Sin suelo fértil, no podemos cultivar alimentos y nuestra supervivencia estaría en peligro. Además, el suelo juega un papel importante en la regulación de los ciclos del agua y del carbono. Por tanto, es fundamental que tengamos acceso a un suelo saludable para poder asegurar nuestro bienestar y el de las generaciones futuras.
Un suelo saludable es aquel que tiene la capacidad de producir plantas sanas, con una riqueza adecuada de nutrientes y agua. También es aquel que es capaz de filtrar el agua y el aire, y de mantener los ciclos biogeoquímicos. Un suelo saludable no contiene contaminantes químicos ni metales pesados, y tiene una buena estructura física y biológica.
El derecho a un suelo saludable está reconocido por varios instrumentos internacionales de derechos humanos. Por ejemplo, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en su artículo 11, reconoce el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado, incluyendo la alimentación y la vivienda, y la obligación de los Estados de adoptar medidas para garantizar el acceso a la alimentación adecuada.
Para garantizar el acceso a un suelo saludable, es necesario abordar la problemática de la degradación del suelo. La degradación del suelo se produce por la erosión, la compactación, la salinización, la acidificación, la contaminación química y la pérdida de materia orgánica. Es posible adoptar medidas para prevenir la degradación del suelo, como la rotación de cultivos, la reducción del uso de pesticidas y fertilizantes químicos, la utilización de técnicas de agricultura de conservación y el cultivo de plantas protectoras. Además, también es necesario restaurar los suelos degradados a través de técnicas como la siembra directa, la aplicación de enmiendas orgánicas y la recuperación de la vegetación natural.
Un suelo contaminado puede tener graves consecuencias para la salud humana. Por ejemplo, la contaminación por metales pesados puede causar problemas neurológicos, renales y hepáticos. Además, la exposición a la contaminación del suelo puede afectar la calidad de los alimentos cultivados en ese suelo, lo que puede aumentar el riesgo de enfermedades relacionadas con la alimentación. Por tanto, el acceso a un suelo saludable es esencial para proteger la salud de la población.
El derecho a un suelo saludable es un derecho fundamental que debe ser protegido y promovido por los Estados y la sociedad en su conjunto. Para garantizar el acceso a un suelo saludable, es necesario adoptar medidas para prevenir y restaurar la degradación del suelo y para proteger la salud humana. La protección del suelo es esencial para nuestra supervivencia y para la de las generaciones futuras.